Coger al toro por los cuernos
SACADAS DE VUELTA.
La Penélope de "La odisea" es para algunos solo un mito. La psicología evolutiva considera que no existe la fidelidad absoluta y que predomina, más bien, la 'monogamia en serie'. La infidelidad femenina y sus mitos, una vez más encima del tapete
Por Ricardo León
Por Ricardo León
Mujer casada busca. Publicado hace una semana en el sitio web mundoanuncio.com : No pago, no cobro, no me involucro emocionalmente, solamente buen sexo para cualquier mujer que quiera ser infiel, prometo mucha discreción y placer asegurado. Soy empresario profesional en finanzas, no te arrepentirás, arriésgate, sin miedo, no importa la edad ni la raza ni la apariencia personal, solamente mujeres que se cuiden. Incluye teléfono y una dirección de correo electrónico; aparentemente este pedazo de galán opera en Costa Rica y su público objetivo son aquellas mujeres que le sacan la vuelta a sus parejas por amor al deporte.
Según un estudio del Instituto Kinsey, de 1953, el 26% de mujeres casadas había cometido adulterio alguna vez. En 1980 la cifra llegaba al 40&%. A mediados de los 80, la revista "Playgirl" --cuál más-- revelaba que una de cada dos mujeres tenía en la conciencia al menos un amante. En 1989, otra revista, "Woman", indicaba que la mitad de las señoras que habían tenido sexo con algún compañero de trabajo eran casadas. Casi una epidemia. Los años pasaron y las estadísticas evolucionaron; un estudio reciente dice que el 70% de mujeres casadas que conoce a un hombre (entiéndase a 'otro' hombre) a través de Internet, termina acostándose con él.
La periodista argentina Silvia Fittipaldi, autora del libro "2 + 1 = engaño", escribe que la infidelidad es otra cara del amor: Tiene tantas interrogantes como el amor mismo. Mientras no se resuelvan algunas de esas interrogantes habrá tipos como el costarricense profesional en finanzas que ofrece su cuerpo en una página web como una clara muestra de desprendimiento psicosexual, casi un filántropo.
Autogol de chilena. El revuelo provocado por las fotos de Cecilia Bolocco, en arrumacos con Luciano Marrocchino bajo el sol de Miami y casi sin bikini, solo ha revivido una discusión que en Chile es casi una cuestión de Estado que reflota cada cierto tiempo: una encuesta reciente realizada por el Centro de Estudios de Opinión Ciudadana de la Universidad de Talca reveló que el 58% de las paisanas de Bolocco ha sido infiel alguna vez. De ellas, el 65% tuvo un amante solo por una noche (lo que aquí se conoce como 'choque y fuga') y el 10% reconoció haber tenido una pareja paralela (lo que aquí se conoce como 'trampa'). En Chile mismo, la Fundación Futuro realizó un estudio que concluye que 57 de cada 100 mujeres de sectores socioeconómicos altos se dio el gustito de engañar a su marido alguna vez.
Incluso, a fines del 2004, el director chileno Rodrigo Ortúzar estrenó la película "Mujeres infieles", llevando al plano mediático el más encarnizado lío de alcoba.
Pero la infidelidad, obviamente, no es patrimonio chileno exclusivo. Hay realidades más dolorosas, más deshonrosas para la masa masculina ya no tan segura de sí misma. China, por ejemplo. En muy poco tiempo las solicitudes para practicar exámenes de ADN se duplicó en los hospitales chinos, situación que se agravó cuando en el 2003 un estudio demostró que una de cada cinco pruebas concluía que el marido había sido vilmente burlado por la mujer con la que comparte el lecho. Hubo autoridades que propusieron imponer restricciones a los pedidos para realizar estos exámenes porque muchos paranoicos lo usaban como un detector de mentiras de rutina.
Algunos intentan tapar el sol con una uña culpando al libre mercado mundial de tamaña degeneración en las descendientes de Mao. Mentira, no es el único; es un signo de los tiempos. O quizá algo peor.
Adolfo Bioy Casares es un poco más sutil al respecto. En el cuento "En memoria de Paulina" escribe el argentino: Hay una fidelidad en las caras, que las almas quizá no comparten. ¿O todo era un engaño? ¿Yo estaba enamorado de una ciega proyección de mis preferencias y repulsiones? ¿Nunca había conocido a Paulina?
Del dicho al lecho. Parece un absurdo juego de niños: las mujeres alentándose a sí mismas en revistas femeninas a ser infieles sin que el marido las descubra, y los hombres valiéndose de argucias dizque científicas para demostrar que las mujeres sacan los pies del plato por un problema interno, limpiándose machistamente de los mea culpa.
Tim Spector es un investigador del hospital Saint Thomas, de Londres, y en uno de sus más recientes trabajos encontró que ciertos factores genéticos influirían en la conducta infiel de la mujer, como los cromosomas 3, 7 y 20 (¿qué diría Emma, la musa infiel en "Madame Bovary"?). Si eso es cierto, pues ni modo, así es el fútbol.
Otra teoría que muestra una versión minimalista de un dilema mucho más complejo es la de los profesores Steven Gangestead y Christine Garver, de la Universidad de Nuevo México (EE.UU.), que determina un momento específico del mes en el que la mujer está más propensa a 'adornar' al pobre esposo: pocos días antes, durante y pocos días después de la menstruación. No es que en aquellos días la mujer tenga un mayor impulso sexual; si así fuera no habría mayor problema. El tema es que la libido la llevan en la dirección equivocada: hacia cualquier otro, menos el marido.
La psicóloga alemana enumeró en el libro "¿Por qué somos infieles las mujeres?" diez causas básicas, algunas entrelazadas: la insatisfacción sexual, la búsqueda del placer, la crisis de pareja, el temor al compromiso, las ganas de sentirse atractivas, la infidelidad platónica, o aquella que nace cuando el esposo considera a su mujer solo como la madre de sus hijos, o la que surge cuando la mujer separa a su esposo del papel de amante, o aquella tan común que se presenta en la adrenalina de unas vacaciones sola.
Hay una causa común: la venganza. Las mujeres sí saben vengarse y es una ventaja a su favor, con el agravante de que saben esconder la fechoría.
De todos modos la audacia inventiva masculina no tiene límites y por eso ya se vende en algunos países el Infidelity Test Kit, un aparato que detecta restos de semen en prendas de vestir en solo 15 minutos y en la comodidad del hogar. Lo venden a 45 dólares (más barato y menos engorroso que una prueba de ADN). Que se sepa, el producto aún no ha llegado a Sudamérica, ni siquiera en versión pirata.
Tras cuernos, palos. La prensa humorística argentina comentaba que Carlos Menem había comprado un ejemplar de cada diario donde salía fotografiada Bolocco porque hacía mucho tiempo que no la veía desnuda. El humor negro debió haberle dolido tanto como el engaño público. Un estudio de la Universidad de Buenos Aires sostiene que un 8% de las mujeres admite dolor al imaginar hipotéticamente a su pareja en distintas posiciones sexuales con su amante. En el caso de los hombres esta cifra se eleva al 34%. Cómo habrá sufrido el ex presidente argentino, si parte de lo que imaginaba hipotéticamente lo vio un día colgado del puesto de periódicos.
En el campo de la infidelidad, el hombre sale perdiendo. En el prólogo de "Mujeres infieles", la española Rosa Montero comenta un análisis hecho por una cadena de cosméticos italiana, que refiere que el 47% de mujeres que habían cometido adulterio se preocupaban más por su aspecto físico, el 28% adelgazaba, el 24% aseguraba que su piel había rejuvenecido y (atención) el 52% sentía un mayor equilibrio emocional. Del sector de hombres infieles, en cambio, el 32% se veía con más arrugas y el 24% con una barriga más grande.
Malditos cromosomas 3, 7 y 20. Con todas estas cifras a favor de ellas provoca sentir lástima por Menem, que hoy intenta concentrarse en su nuevo partido político llamado --ya que hablamos de eso-- Lealtad y Dignidad.
Según un estudio del Instituto Kinsey, de 1953, el 26% de mujeres casadas había cometido adulterio alguna vez. En 1980 la cifra llegaba al 40&%. A mediados de los 80, la revista "Playgirl" --cuál más-- revelaba que una de cada dos mujeres tenía en la conciencia al menos un amante. En 1989, otra revista, "Woman", indicaba que la mitad de las señoras que habían tenido sexo con algún compañero de trabajo eran casadas. Casi una epidemia. Los años pasaron y las estadísticas evolucionaron; un estudio reciente dice que el 70% de mujeres casadas que conoce a un hombre (entiéndase a 'otro' hombre) a través de Internet, termina acostándose con él.
La periodista argentina Silvia Fittipaldi, autora del libro "2 + 1 = engaño", escribe que la infidelidad es otra cara del amor: Tiene tantas interrogantes como el amor mismo. Mientras no se resuelvan algunas de esas interrogantes habrá tipos como el costarricense profesional en finanzas que ofrece su cuerpo en una página web como una clara muestra de desprendimiento psicosexual, casi un filántropo.
Autogol de chilena. El revuelo provocado por las fotos de Cecilia Bolocco, en arrumacos con Luciano Marrocchino bajo el sol de Miami y casi sin bikini, solo ha revivido una discusión que en Chile es casi una cuestión de Estado que reflota cada cierto tiempo: una encuesta reciente realizada por el Centro de Estudios de Opinión Ciudadana de la Universidad de Talca reveló que el 58% de las paisanas de Bolocco ha sido infiel alguna vez. De ellas, el 65% tuvo un amante solo por una noche (lo que aquí se conoce como 'choque y fuga') y el 10% reconoció haber tenido una pareja paralela (lo que aquí se conoce como 'trampa'). En Chile mismo, la Fundación Futuro realizó un estudio que concluye que 57 de cada 100 mujeres de sectores socioeconómicos altos se dio el gustito de engañar a su marido alguna vez.
Incluso, a fines del 2004, el director chileno Rodrigo Ortúzar estrenó la película "Mujeres infieles", llevando al plano mediático el más encarnizado lío de alcoba.
Pero la infidelidad, obviamente, no es patrimonio chileno exclusivo. Hay realidades más dolorosas, más deshonrosas para la masa masculina ya no tan segura de sí misma. China, por ejemplo. En muy poco tiempo las solicitudes para practicar exámenes de ADN se duplicó en los hospitales chinos, situación que se agravó cuando en el 2003 un estudio demostró que una de cada cinco pruebas concluía que el marido había sido vilmente burlado por la mujer con la que comparte el lecho. Hubo autoridades que propusieron imponer restricciones a los pedidos para realizar estos exámenes porque muchos paranoicos lo usaban como un detector de mentiras de rutina.
Algunos intentan tapar el sol con una uña culpando al libre mercado mundial de tamaña degeneración en las descendientes de Mao. Mentira, no es el único; es un signo de los tiempos. O quizá algo peor.
Adolfo Bioy Casares es un poco más sutil al respecto. En el cuento "En memoria de Paulina" escribe el argentino: Hay una fidelidad en las caras, que las almas quizá no comparten. ¿O todo era un engaño? ¿Yo estaba enamorado de una ciega proyección de mis preferencias y repulsiones? ¿Nunca había conocido a Paulina?
Del dicho al lecho. Parece un absurdo juego de niños: las mujeres alentándose a sí mismas en revistas femeninas a ser infieles sin que el marido las descubra, y los hombres valiéndose de argucias dizque científicas para demostrar que las mujeres sacan los pies del plato por un problema interno, limpiándose machistamente de los mea culpa.
Tim Spector es un investigador del hospital Saint Thomas, de Londres, y en uno de sus más recientes trabajos encontró que ciertos factores genéticos influirían en la conducta infiel de la mujer, como los cromosomas 3, 7 y 20 (¿qué diría Emma, la musa infiel en "Madame Bovary"?). Si eso es cierto, pues ni modo, así es el fútbol.
Otra teoría que muestra una versión minimalista de un dilema mucho más complejo es la de los profesores Steven Gangestead y Christine Garver, de la Universidad de Nuevo México (EE.UU.), que determina un momento específico del mes en el que la mujer está más propensa a 'adornar' al pobre esposo: pocos días antes, durante y pocos días después de la menstruación. No es que en aquellos días la mujer tenga un mayor impulso sexual; si así fuera no habría mayor problema. El tema es que la libido la llevan en la dirección equivocada: hacia cualquier otro, menos el marido.
La psicóloga alemana enumeró en el libro "¿Por qué somos infieles las mujeres?" diez causas básicas, algunas entrelazadas: la insatisfacción sexual, la búsqueda del placer, la crisis de pareja, el temor al compromiso, las ganas de sentirse atractivas, la infidelidad platónica, o aquella que nace cuando el esposo considera a su mujer solo como la madre de sus hijos, o la que surge cuando la mujer separa a su esposo del papel de amante, o aquella tan común que se presenta en la adrenalina de unas vacaciones sola.
Hay una causa común: la venganza. Las mujeres sí saben vengarse y es una ventaja a su favor, con el agravante de que saben esconder la fechoría.
De todos modos la audacia inventiva masculina no tiene límites y por eso ya se vende en algunos países el Infidelity Test Kit, un aparato que detecta restos de semen en prendas de vestir en solo 15 minutos y en la comodidad del hogar. Lo venden a 45 dólares (más barato y menos engorroso que una prueba de ADN). Que se sepa, el producto aún no ha llegado a Sudamérica, ni siquiera en versión pirata.
Tras cuernos, palos. La prensa humorística argentina comentaba que Carlos Menem había comprado un ejemplar de cada diario donde salía fotografiada Bolocco porque hacía mucho tiempo que no la veía desnuda. El humor negro debió haberle dolido tanto como el engaño público. Un estudio de la Universidad de Buenos Aires sostiene que un 8% de las mujeres admite dolor al imaginar hipotéticamente a su pareja en distintas posiciones sexuales con su amante. En el caso de los hombres esta cifra se eleva al 34%. Cómo habrá sufrido el ex presidente argentino, si parte de lo que imaginaba hipotéticamente lo vio un día colgado del puesto de periódicos.
En el campo de la infidelidad, el hombre sale perdiendo. En el prólogo de "Mujeres infieles", la española Rosa Montero comenta un análisis hecho por una cadena de cosméticos italiana, que refiere que el 47% de mujeres que habían cometido adulterio se preocupaban más por su aspecto físico, el 28% adelgazaba, el 24% aseguraba que su piel había rejuvenecido y (atención) el 52% sentía un mayor equilibrio emocional. Del sector de hombres infieles, en cambio, el 32% se veía con más arrugas y el 24% con una barriga más grande.
Malditos cromosomas 3, 7 y 20. Con todas estas cifras a favor de ellas provoca sentir lástima por Menem, que hoy intenta concentrarse en su nuevo partido político llamado --ya que hablamos de eso-- Lealtad y Dignidad.
HABLAN LOS EXPERTOS
La guerra de los sexos a veces queda en empate
FRIEDA HOLLEREX MINS PERÚ"La infidelidad femenina es un signo de los tiempos, llegará un momento en que estos casos serán normales. Antes no. Mi madre, por ejemplo, quedó viuda muy joven, pero ni siquiera por eso se animó a compartir su vida con otro hombre. Eso sí, la mujer puede resistirse a ser infiel incluso cuando le han sido infiel. Está más apta para arrepentirse y hasta para perdonar".
FERNANDO MAESTRE
PSICOANALISTA"a mujer se ve desde el comienzo en una sociedad machista, con un padre represor, hermanos que tienen más derechos que ella, restricciones en su vida sexual. Luego llega a una edad en la que se descubre atractiva y siente que puede recuperar su ego. Aquello puede generar un 'hábito desesperado' porque lo más importante para una mujer es sentirse deseada".-
ALEZANDRA RAMPOLLA.
SEXÓLOGA"Pregunta: ¿Quién es más infiel, el hombre o la mujer? Respuesta: Los dos. Pero el hombre tiene más permiso para ser infiel y se acepta más socialmente. Pero la verdad del caso, estadísticamente, están a la par. Muy, muy cerquita.(En un entrevista realizada en la revista "Domingo").
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