lunes, 11 de junio de 2007

LA SEÑORA JUSTICIA ES IGUALITA A SHAKIRA: CIEGA, SORDA Y MUDA

LA SEÑORA JUSTICIA ES IGUALITA A SHAKIRA: CIEGA, SORDA Y MUDA.

Manuel Bermúdez Tapia


Los abogados solemos reconocer a la Justicia como una dama con túnica, con los ojos vendados y con una balanza en la mano izquierda y en la derecha con una espada.

En el Palacio de Justicia de Argentina, en Buenos Aires por Caminito, la Señora Justicia da la bienvenida a los litigantes y en la actualidad hoy las personas con más necesidades de justicia suelen rezarle, prender velitas misioneras y le dejan flores.

Particularmente cuando observé esta imagen, mi visión de sociólogo fue tratar de entender si efectivamente la población percibe que la justicia era un santo religioso por su efectividad. Probablemente un “San Judas Tadeo” pero en versión femenina y especialidad en procesos judiciales.

Mi objetividad me hacía dudar de esta hipótesis, porque desde la última dictadura, Argentina no tiene feriados religiosos y está prohibida toda muestra estatal de preferencia sobre una religión. Algo por ejemplo que en el Perú no pasaría nunca.

El Ministro que presidía la Suprema en ese entonces (un Vocal Supremo peruano, pero más culto), luego que regresara a recogerme, porque fui el último en querer moverme de ahí, me explicó la realidad de las cosas.

La dictadura en Argentina había sido tan dura que los mismos ciudadanos colocaron una Virgen María en el ingreso al Palacio de Justicia para encomendar sus procesos. La búsqueda de justicia de las madres de mayo por la vida o los restos de sus hijos, motivaron esta acción religiosa que la dictadura decidió erradicar. Lograron el cambio y ubicaron a la “señora justicia” en su lugar.

La población siguió confiando más en quien ocupó ese lugar en forma original y no en el reemplazo. Esto se denomina sincretismo y que es una práctica socio cultural de identidad frente a una imposición.

Nunca se me pasó por la cabeza que la justicia en Argentina fuese eficiente porque aunque bonita sigue siendo parte de América Latina y así lo quieran aparentar ese tonto orgullo latino los carcome por dentro.

Para el caso peruano, otro Vocal Supremo se enorgullecía de que la imagen de la justicia estuviere en lo alto del frontis de los pasos perdidos del Palacio de Justicia en un vitral traído de “las Europas”. Conocía a ese vocal y sabía que su ignorancia en estos temas era tan grande como mi conocimiento sobre física nuclear, pero lo dejaba hablar.

Luego de su “discurso” institucional, le expliqué que durante la época de Fujimori la Señora Justicia no tenía la venda en los ojos, a modo de simbología empleada para demostrar que el Poder Judicial estaba encarcelado por el poder político y que a la llegada de Paniagua, nuevamente se le incluyó las vendas en su rostro.

Las vendas hacen la alegoría que la justicia no mira a quien tiene por delante porque a todos trata por igual. Por eso en la mano izquierda tiene la balanza, que es una evolución de que los “salarios” se recibían con la mano derecha y proviene de la época romana, cuando los pretores pagaban a sus empleados y soldados “salarios” (trozos de sal)

La espada siempre representó un mecanismo de justicia. Quienes son religiosos saben que el Arcángel San Miguel luchaba contra los demonios con su espada. Yo no lo sabía por lo religioso porque no me interesaba, lo supe por ser puneño, porque en la Candelaria se bebe como vikingo y se baila como descocido y en las pandillas de morenadas, diabladas y tontunas (sayas para los ignorantes que no saben el origen de esta danza) quienes dirigen el pelotón son “san miguelitos” y están de blanco y con su espada.

Toda esta imagen se me pasó por la mente mientras iba del Palacio Alzamora a la Fiscalía de Familia el día de hoy (11 de junio de 2007) a efectos de ver los procesos que tenía en búsqueda de recuperar a mis hijas. La Jueza, la fiscal del caso y hasta la fiscal de turno que recibe las denuncias terminaron siendo una versión gorda y con tinte barato de Shakira.

Sentía que estaban en estado catatónico mientras hablaba o que me habían puesto “mute” y me miraban. Cada una de ellas me derivó a una dependencia de mejor jerarquía hasta que una descubrió que era abogado y me dijo que se acaba mi city tuor por el centro de Lima. Mi caso por ser abogado no lo podían ver porque para eso debía “apersonarme”, “venir con mi abogado” y “doctor, usted conoce las reglas”.

Me fui inclusive en ánimo de esperanza al MINDES, DEMUNA y a la Comisaría de Mujeres que queda a la espalda del palacio de justicia, cerca de donde cayó un vocal supremo cobrado chifles como coima. En todas ellas me dijeron que no podían ver mi caso porque no procedían las denuncias verbales y que debía apersonarme con mi abogado.

Era la misma versión que uno escucha cuando le pregunta a un guachimán una dirección “desconozco”, pero esta vez fue “apersónese”. A pesar de quienes me lo decían eran o funcionarios o magistrados, ninguna de ellas me tomó atención.

Ya de regreso a mi casa, pensando en mis hijas, escuché a Shakira cuando todavía tenía el pelo negro. Ella era “ciega, sorda y muda” respecto de su pareja. En mi caso la justicia, sí la Señora con túnica, venda en los ojos, balanza y espada también lo era, pero además de eso me dio la impresión de ser una verdadera minusválida. No tenía piernas porque no tiene presupuesto para “moverse”. No tenía ojos, porque se le escapan “preciosos” a cada rato. No tiene manos porque la coima no la reciben directamente sino a través de otros mecanismos. Es sorda porque jamás escucha el pedido de justicia, es muda porque nunca dice palabra alguna cuando se le necesita. Pero además de todo eso es minusválida cerebral, al no tener ninguna neurona en el cerebro.

Bajo esta apreciación, cada vez me arrepiento de haber estudiado derecho y confío más en mis estudios de antropología.